¿SOY "EMPERADOR"
ANHELANTE DE "TRAJES NUEVOS"?
“El traje nuevo del emperador” es un Cuento Tradicional que retrata con sutileza la construcción del Ego, ese emperador-rey es la vanagloria del Autoengaño. El Autoengaño es parte primordial de nuestras máscaras, para entrar al juego social nos valemos de ellas, somos nuestras máscaras, interaccionamos defendidas desde ellas. Nos sirven para protegernos, para poder resistir al dolor en un mundo herido, dañado de desamor y obviamente con la automatización de su uso nos limitan la experiencia, nos limitan la respuesta; restan nuestra habilidad para responder ajustadamente a la vida.
Es una gran paradoja humana el buscar ocultarse en lo
más profundo para poder defenderse. Es tan sutil nuestra forma de engañarnos
cuando somos adultas que podemos permanecer así casi toda la vida. Aunque nunca
es demasiado tarde y la vida nos ofrecerá oportunidades, desafíos para darnos
cuenta, para abrirnos a esa parte esencial que somos. Este juego divino de las
tres dimensiones es un fabuloso teatro donde la mayoría de los personajes no
saben que están dentro de una trama. Vivimos como en el cuento; a veces toca
ser comparsista y reír las gracias al autoengaño de otro emperador-rey, para
que luego cambien las tornas y nos rían la gracieta, logrando entretenernos y
mantenernos ignorantes. Por suerte, a la vuelta de la esquina, en la plaza, la
vida hace aparecer esa voz de consciencia que desmonta la farsa. Esa mirada
limpia de la infancia, desapegada del mercantilismo social, su visión lúcida
habla y nombra. Pone en evidencia el despropósito de nuestras conductas
confundidas con las máscaras en pos de una nueva oportunidad de abrazar la
desnudez: nuestra vulnerabilidad. Transformar la fantochada, la apariencia
desconectada-enajenada, en una nueva oportunidad de estar a la altura de esos
corazones inocentes que aún resuenan adentro nuestra.
Rescatando este saber profundo, este mensaje
metafórico para atravesar nuestros Mitos Personales aparece esta reseña al
cuento, que parece que está a la orden del día. Y aquí me paro a preguntarme:
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